«La historia del Caribe, es la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras; es también la historia de las luchas de los Imperios unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y es por último la historia de los pueblos del Caribe para liberarse de sus amos imperiales». (Juan Bosch, 1970)
REUNIÓN EN LA COCINA
Anacaona(1) andaba meciendo sus largos cabellos ensortijados, miraba más allá del horizonte, más allá de los vientos, las aguas, corales y toda la naturaleza viva del Caribe.
Recostada sobre la sombra circular de la luna creciente, miraba el Gran archipiélago situado en el Océano Atlántico entre los 100º y 270º latitud Norte y los 60º y 85º longitud Oeste, comprendido casi en la totalidad en la zona tórrida. Compuesto por sus tres cadenas de islas principales, que se extienden aproximadamente en forma de media luna desde la Península de Yucatán y Florida hasta la costa de Venezuela. Las Bahamas, o Islas Lacayas en el norte, formando una línea en dirección sureste. Las Grandes Antillas –Cuba, La Española, Jamaica, y Puerto Rico – en el centro.
Al sureste, formando un arco hacia el Sur desde Puerto Rico y después hacia el este a lo largo de la costa venezolana, se encuentran las Pequeñas Antillas, divididas en dos grupos llamados respectivamente Islas de Sotavento e Islas de Barlovento. En el extremo meridional del arco, cerca de Venezuela, se encuentran Trinidad y Tobago. Anacaona observaba cómo en su conjunto, las Antillas forman una barrera que separa el Océano Atlántico del Golfo de México y el Mar Caribe. La cadena exterior compuesta en gran parte de coral y elevaciones de roca caliza. A poca distancia de la costa se encuentran varias fosas oceánicas profundas, en dirección paralela a las islas de las Grandes y Pequeñas Antillas.
Las contertulias, y contertulios, miraban ensimismadas la imagen perfecta de Anacaona, otra vez transformada, otra vez dispuesta a regalar su sabiduría a quien supiese escuchar, mostrando su lealtad a las Grandes tradiciones y a su pasado glorioso frente a los invasores, violadores, saqueadores, explotadores que amanecieron en las costas con signos de Cruz, y engañosas palabras de lejanas intrigas.
La Gran Maestra no necesitaba un lenguaje concreto, parcial, familiar, Ella habla de tal modo que es entendido por todos los lenguajes culturales que habitan las islas, los cielos, los vientos, Ella está allí donde hay vida.
En las ondulaciones de su dedos podía leerse el nombre de las civilizaciones extintas: La civilización Caral, Vicus, Tiahuanaco, Chimú o Chimor, Chavín, Nazca, Paracas, La cultura Mochica, Los Charrúas, La cultura Mollo, El Imperio Inca, Imperio Incaico o Tahuantinsuyo…
Las civilizaciones americanas descubrieron e inventaron elementos culturales muy avanzados como calendarios, complejos sistemas de mejoramiento genético como el que generó el maíz y la patata, sistemas de construcción antisísmicos, así como un dominio en el trabajo de la piedra, sistemas de gestión ambiental de amplias zonas geográficas, sistemas de riego, nuevos sistemas de escritura, nuevos sistemas políticos y sociales, una avanzada metalurgia y producción textil. También descubrieron la rueda, que no resultó de utilidad productiva debido en parte a las cordilleras y selvas donde se encontraban.
Anacaona ondulaba su cuerpo y decía sobre el alto grado de desarrollo que alcanzó la edificación de templos y monumentos religiosos, siendo claros ejemplos las zonas arqueológicas de Caral, Chavín, Moche, Pachacámac, Tiahuanaco, Cuzco, Machu Picchu y Nazca, en los Andes Centrales y Teotihuacan, Templo Mayor en la ciudad de México, Tajín, Palenque, Tulum, Tikal, Chichén-Itzá, Monte Albán, en Mesoamérica.
Y el Caribe…
El señorío de Cuzcatlán (en pipil: Kushkatan palikman) nación precolombina del período posclásico mesoamericano que se extendía desde el río Paz hasta el río Lempa (correspondiendo en la actualidad a la mayor parte de las zona occidental y central de El Salvador); está nación era dominada por los pipiles y cubría un territorio de aproximadamente 10 mil km².
Los Grandes Caribes, también llamados caríbales o galibi -karipona: ‘hombre(s)’— ese un conjunto de pueblos que, en el momento del contacto colombino en el siglo XVI, ocupaban el noreste de Venezuela y varias Antillas Menores. En las islas del Caribe desaparecieron como etnia independiente como consecuencia de la colonización europea, salvo en las Guayanas, Venezuela y Brasil continuaron dando lugar a los galibis (kari’ñas) modernos y otros pueblos.
Y Los Tainos, ¡Ay! Ese conjunto de pueblos originarios procedentes del actual territorio de Venezuela, aunque a lo largo de los siglos fueron poblando las distintas islas del arco antillano, también extinguidos. A distinguir entre los taínos clásicos y los taínos occidentales (o taínos-ciboney). ¡Ay! ecos lejanos de tambores, de gritos que querían decir ¡Ayá Bombé! (¡Antes muertos!)…
Se hizo el silencio. Anacaona inmóvil, pétrea…
Isabel I de Castilla no pudo contener su ira. Enfajada en su traje, alambrada entre la Cruz y la Espada, sus palabras hacían helarse hasta el más resisten aliento del Viejo Caribe…
– No queréis enteraros del cambio obligatorio, OBLIGATORIO, de los tiempos… (El auditorio se diseminó en el silencio de las respiraciones contenidas…) Los tiempos de la Cristianización a vuestros pueblos salvajes y politeístas son una necesidad para la unidad del imperio y la fortaleza en la Fe. No puede dejar de traer bienestar económico y social. Una sola Política y Una sola Fe. Es la voluntad de Dios en la tierra. En plena Era Eotécnica debemos superar ciertas concepciones arcaicas de pensamiento y producción social. El pensamiento mágico, mágico religioso, no es más que una tentación del demonio. El capitalismo mercantil transformará la faz de la tierra y el Imperio Español debe llevar la bandera del progreso y de la religión a los pueblos bárbaros…
Bárrrrbaros… la palabra quedó en suspenso planeando sobre el silencio de la audiencia.
Anacaona comprendió entonces las mentiras de los hombres que ofrecían caridad y buscaban tesoros, paz y traían más guerra y destrucción. En ese instante se cruzaron las miradas, Isabel insultante, orgullosa Anaconda… un silbido ¡Ayá Bombé! y Anacaona fue sacrificada, martirizada, mutilada a la vez que a su Cacique y a su pueblo y con ella a todos los pueblos. El progreso de los nuevos Conquistadores tenía un precio muy alto que había que pagar. Anacaona desapareció entre los arcos de la luna en los estanques cóncavos y profundos del Caribe… Anacaona no muere, se transforma.
CRÓNICAS
El Imperio español y el Imperio portugués fueron los primeros en realizar la conquista, y se asentaron principalmente en el sur de Norteamérica, Centroamérica y en el área andina de Sudamérica (imperios Azteca e Inca, respectivamente). España fue la potencia que mayor presencia colonial impuso en América. En el Caribe, dominó sobre todo Cuba, La Española, Puerto Rico, Jamaica, incluyendo a la península de Florida dentro de sus posesiones caribeñas. Desde los asentamientos antillanos, tomó posesión por la fuerza de los grandes estados existentes en América en ese momento: en América del Norte llegó a apropiarse del Imperio azteca, en el actual México, estableciéndose en sus ciudades, además de dominar a tlaxcaltecas, tarascos, mixtecas y zapotecas. A partir de ahí controló una gran parte de América Central, dominando a las poblaciones de lengua maya, a los pipiles, los niquiranos y los pueblos de habla ngäbe de Veragua (Panamá). Desde Panamá se emprendió la conquista de la zona andina de América del Sur hasta la zona central del actual Chile. Al mismo tiempo, en busca de la Sierra de la Plata y las tierras del Rey Blanco, se fundaron ciudades en el estuario del Plata y sobre las márgenes de los ríos Paraná y Paraguay, siendo la más importante de ellas; Asunción.
La Corona de Castilla se interesó por controlar los nuevos territorios descubiertos que, al parecer, eran ricos en oro y plata. Después de la conquista de los estados Azteca e Inca y el sometimiento de otros pueblos originarios se organizaron los territorios dominados en dos grandes virreinatos; el de Nueva España, con su núcleo central en México y el del Perú, gobernado desde Lima. Por la misma época comienza la sujeción de los aborígenes a sistemas de trabajo obligatorio, la explotación económica de las regiones, la fundación de nuevas ciudades, la llegada de pobladores españoles y la introducción de esclavos procedentes del África subsahariana.
En algunos casos los pueblos aborígenes plantearon una dura resistencia al invasor, entre ellos cabe destacar a los Mapuches del centro de Chile, que fueron declarados como nación independiente después de la sangrienta Guerra de Arauco que costó la mayor cantidad de vidas españolas en el Nuevo Mundo. Numerosas regiones, como la Patagonia, el Chaco, la Amazonia y los desiertos del norte de Mesoamérica nunca fueron controladas totalmente por el Imperio Español.
Portugal se apropió de la mayor parte de la franja costera atlántica de la parte norte de América del Sur, que más tarde originaría el Estado de Brasil. Inglaterra estableció trece colonias en la franja costera atlántica norteamericana, además de en algunas islas caribeñas. Francia ocupó la actual Guayana Francesa en Sudamérica (aún bajo su dominio), Luisiana en el Golfo de México, algunas islas del Caribe, y la región canadiense de Quebec. Holanda estableció colonias en Norteamérica (Nueva Ámsterdam que luego sería Nueva York), norte de América del Sur (Guyana holandesa hoy Surinam) y algunos asentamientos en islas caribeñas (Antillas Neerlandesas y Aruba).
El auge de la colonización portuguesa en América comenzó motivada por razones económicas y estratégicas. Por un lado las económicas a causa de la merma en las ganancias en el comercio con el Oriente y las posibilidades mercantiles del árbol de Brasil, de cuya corteza se producía un tinte rojo usado para teñir textiles. Por el otro estratégicas, por el temor a una invasión española o francesa a su territorio.
En 1530, la corona portuguesa expulsó a los franceses que rondaban las costas de Brasil, ya que eran tierras que pertenecían a Portugal desde 1500.
En 1533, el rey de Portugal, dividió el territorio de Brasil en 15 franjas o capitanías, de 150 millas de ancho cada una, lo que influyó en el carácter privado de la colonización portuguesa. Estas capitanías fueron repartidas u otorgadas a nobles portugueses de forma vitalicia y hereditaria a fin de obtener el mayor rendimiento con el mínimo de costos para la metrópoli. Los nobles que recibieron las mismas se comprometieron a evangelizar a los aborígenes, reclutar colonos, y a desarrollar económicamente la capitanía.
Durante 19 años la administración de las capitanías estuvo a cargo de los nobles, pero, en 1549, el rey nombró un gobernador general o “Capitán mayor” representante del rey que administraría toda la colonia. El propósito de este gobierno era que el rey de Portugal gobernara a Brasil con el asesoramiento del Consejo Ultramarino, además de unificar el gobierno colonial. Sin embargo, aunque se pretendió quitar poderes a los capitanes generales, realmente continuaron dominando la colonia. Ellos, perdieron solamente facultades políticas pero mantuvieron sus privilegios económicos y continuaron con la esclavitud indígena. Aun así, los indígenas no fueron suficientes para la mano de obra por lo que recurrieron al uso de esclavos africanos a partir de 1530.
Puerta del Nuevo Mundo (la palabra “Antillas” viene también de la palabra latina “ante ilae” que significa “las islas situadas por delante”, por delante del continente americano), el archipiélago presenció los enfrentamientos entre la mayoría de las potencias europeas de los siglos XVI y XVII: España, Inglaterra, Francia y Holanda por una parte, y por otra, menos conocida, Dinamarca y Suecia.
Aquello produjo una irreversible fragmentación que dio lugar a la actual división del archipiélago entre las Antillas hispanófonas, las Antillas anglófonas, las Antillas neerlandófonas, y las Antillas francófonas, además de la aparición de nuevas lenguas llamadas “criollas” como pueden ser el criollo con base léxica francesa de Martinica o Haití, o el papiamento de Bonaire, Curazao y Aruba.
La riqueza natural de ese arco caribeño es un microcosmos de una sociedad que sin dejar las estructura de los pocos que tienen todo y de los muchos que no tienen nada, es una sociedad plural, poli-lingue, poli-teísta, multicolor, es la representación de lo inevitable del ser humano y su eterno deseo de buscar, de mezclarse, de crecer. Genética de poblaciones en estado puro.
CABIZÑA(2)
Caía la luz de medio día, emparrada todo tipo de vegetación inimaginable por su intensidad de color y perfume. No, no era un sueño. El sudor de los cuerpos, la diamantina luz goteada sobre los párpados de Ana, la de largas pestañas, nos anunciaba que estábamos en el envés del espejo. Que la realidad era eso… Anacaona volvía a mecer sus cabellos y a perder su eterna y renacida mirada en el sopor.
La voz del Viejo Viento Caribe, el Gran Samba, emergía de párpados hacia dentro.
En alguna ocasión has tenido que oír hablar de la que para toda la eternidad se le conocerá como La Flor de Oro, la Gran Anacaona. La primera mujer de la Américas que se levantó contra los Conquistadores al grito de ¡Ayá Bomb! (Antes Muertos). Aun así, no puedes ni imaginar la clase de mujer que era. Nadie puede(3).
La Flor de Oro dudó durante mucho tiempo, al final eligió al gran Canoabo. Era espíritu, sagacidad, sal, rayo, fuego, flecha, guerra, tierra, cielo, al fin Reina.
Arremolinadas las imágenes, confusas las palabras, agitándose el pecho, entrevió un pobre macelual (hombre del pueblo), venido de las costas del Golfo con las primeras noticias de la llegada de unas como “torres o cerros pequeños que venían flotando por encima del mar, según lo anunciado en sus códices y tradiciones. Se sobre escuchaba la voz de Colón: “deben ser muy buenos servidores”, “ellos no traen armas ni las cognocen porque les amostré la espada y la tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia”(4).
Como un relámpago se vio reunida con Colón y fray Bartolomé de las Casas entre sonrisas, bailes y confianza. Sangre, violaciones, niños y niñas acuchilladas… El cuerpo de Anacaona se arqueaba, ¡Ayá Bombé! ¡Ayá Bombé! Por primera vez unió a todos los pueblos, reunió a los Caciques contra los que parecían que traerían la paz.
¿Por qué este tiempo amargo en que la Gran Flor de Oro con sus cantos, sus danzas y sus poemas debía marchar en armas al frente de la nación Chamès?
Reverberaba la voz del Viejo Viento Caribe que comenzaba a contar el secreto del “Jour du Sang”(5) (“Día de la Sangre”).
Al mando de Nicolás de Ovando avanzaron con dos mil quinientos hombres armados. Ovando que sabía de la importancia de los jefes o caciques taínos cuyas órdenes eran inmediatamente ejecutadas por el pueblo, decide engañarlos tendiéndoles una emboscada. Se presenta como amigo, organiza una fiesta o banquete, donde asiste Anacaona y ochenta jefes más y ante una señal trescientos soldados y setenta jinetes inician la matanza de los jerarcas. Anacaona, logra escapar pero es capturada por Ovando quien sin contemplaciones la ahorcó en público:
“Desde un costado de la plazoleta, el pueblo acompaña a su reina. Anacaona sube los tres escalones que le separan de la plataforma; se ve derrotada pero no vencida, no gime ni se queja. El verdugo se acerca a ella, le coloca la soga en torno al cuello, luego la ayuda a subir a un taburete y templa la cuerda. Anacaona alza la cara por encima del horizonte; contempla a su gente. El verdugo le quita el taburete. El nudo se corre…”(6)
– No queréis enteraros del cambio obligatorio, OBLIGATORIO. Retumbaba en su cabeza OBLIGATORIO.
Se hizo el silencio de la Cabizña y Anacaona seguía meciendo sus largos cabellos ensortijados, miraba más allá del horizonte, más allá de los vientos, las aguas, corales y toda la naturaleza viva del Caribe.
[1] Princesa Taina de Quisqueya (“La Española”), su nombre significa “Flor de oro”. De gran belleza y enorme cultura, sus composiciones en forma de cantos y poemas recitadas en los areytos (grandes fiestas comunales en los que se cantaban y recreaban los mitos de la creación.
[2] Sueñecillo, siesta; del español cabizbajo, en andaluz se dice la expresión “dar una cabezada”.
[3] Crónicas de la flor de oro, J. Stephen Alexis, incluido en Romancero aux étoiles. Paris Gallimard, 1988. Traducido por nosotros.
[4] Diario de Colón. Primer viaje. Cartas de Indias. Madrid 1974, 3 vol.
[5] Día en que la nobleza indiana de Haití fue masacrada. Ver nota 3.
[6] Luis Darío Bernal Pinilla, “Anacaona y las tormentas”.
Las imágenes de la entrada pertenecen a los lápices de Hugo Pratt.
(Versión PDF): Mariano Muñoz. Breve imaginario caribeño