Imposible ser docente sin un imaginario, consciente o inconsciente, que dote de sentido nuestra labor. Y su expresión no es única. Es tan plural y rica como la experiencia que arrastra, que nombra y con la que sueña.
Tenemos el placer de publicar aquí, una bella manifestación de ese imaginario, debida al corazón y la pluma de María del Carmen Martínez. Parafraseando a Gabriel García Marques, nos regala estos versos, no exentos de melancolía
Los maestros nos quedamos huérfanos de los hijos ajenos
tras toda una vida.
Vuestros hijos
se llevan nuestra juventud, nuestra madurez, nuestro inicio de la tercera edad
como un ave que surca los vientos
no más susurrarle tu alma.
Y tú quedas mirando los cielos
madre de hijos tuyos y ajenos.
(La imagen de la cabecera se debe al arte del Paul Bonner)